Uno de los sectores más afectados por esta crisis ha sido el cultural. El Gobierno ha aprobado ya un Real Decreto-ley dirigido a paliar el impacto de la pandemia en las industrias culturales, pero las limitaciones relacionadas con el aforo y la aglomeración de personas supondrán un antes y un después en esta industria. ¿Qué cambios deberá afrontar cada uno de los sectores que la conforman?

  1. En el ámbito musical, los conciertos online se han popularizado, pero en su mayoría han sido eventos solidarios que no permiten a los artistas ganarse la vida. El sector sufrió ya un duro revés con la llegada de internet y la piratería masiva. La reconversión vino entonces de la mano de las plataformas (Spotify fue pionera y decisiva para reducir la piratería) y entrañó un pacto no escrito: los artistas vivirían fundamentalmente de las giras y pondrían sus álbumes en la red aun a costa de ver cómo los royalties decrecían. La nueva Directiva de Derechos de Autor en el Mercado Único Digital trata de romper esa inercia e incluye mecanismos de renegociación de los contratos con los sellos para mejorar los royalties derivados del streaming. La pandemia no acabará con la música en vivo, pero obligará a transformarla: el negocio de los grandes festivales de música, que con tanta fuerza ha arraigado en nuestro país, confía en el simulcasting para salvar las limitaciones de aforo. Mientras, son muchos los mánagers que maniobran para sustituir los contratos con grandes promotoras por otros más modestos con teatros y salas que cuentan ya con fecha de reapertura. Y la idea de que los artistas cobren por sus conciertos en redes sociales cobra cuerpo: Facebook ha anunciado el lanzamiento inminente de Messenger Rooms, una herramienta que permitirá a los promotores cobrar por los directos en la nube.
  2. Otra de las industrias golpeadas es la audiovisual. Por un lado, las cifras acreditan que el streaming ha repuntado con el confinamiento y que la suscripción a plataformas como Filmin, Netflix o Amazon Prime sigue creciendo. Pero, por otro, la pandemia ha paralizado cientos de rodajes y puesto en solfa la producción audiovisual y la exhibición en cines. El Ministerio de Cultura ha reaccionado con un paquete de medidas para fomentar la inversión en nuestro país y son muchos los rodajes que se han retomado. Los guionistas deberán ahora minimizar las escenas de contacto y es posible que las secuencias amorosas deban confeccionarse mediante técnicas digitales. Pero si la tecnología CGI nos ha permitido resucitar a James Dean, ¿cómo no vamos a ser capaces de recrear los besos más encendidos? El virus propiciará los cines de verano y los auto-cines, que tanto predicamento tienen en América y tantas escenas románticas nos han deparado. Y las salas de cine, que conforman una parte irrenunciable del paisaje cultural de nuestras ciudades, deberán desplegar férreos protocolos de desinfección e ir aumentando su aforo gradualmente.
  3. Uno de los sectores culturales que mejor parado podría salir es el del libro. Los escritores trabajan ya de por sí confinados, las librerías han abierto –aunque todavía con limitaciones importantes– y los letraheridos vamos poblándolas poco a poco, embozados en nuestras mascarillas. Las presentaciones de libros pueden verse resentidas, pero los autores se familiarizan con plataformas como Zoom o Teams y será posible simultanear las firmas presenciales con los eventos a distancia. Más difícil lo tienen las ferias, que año tras año insuflan oxígeno en el pulmón de la industria y que deberán dotarse de protocolos de seguridad que permitan un acceso ordenado. La de Madrid acaba de ser declarada bien de interés general.
  4. Los templos del arte han abierto en junio y podemos visitar nuestras piezas más queridas en el Prado, el Thyssen o el Reina Sofía. Las visitas virtuales se mantendrán, pero ¿podrá cobrarse por ellas? Por ahora, parece aventurado garantizarlo. El óleo sobre lienzo requiere la proximidad física para su goce verdadero y las limitaciones de aforo favorecen la concentración del visitante que mira, reflexiona o se extasía ante la obra plástica.

 

Antonio Muñoz Vico

Departamento de Propiedad Industrial e Intelectual